Canarias o la dulzura / Alfonso Domingo Quintero
José
Martínez Ruiz ha pasado la mañana sentado frente a su escritorio, ocupado en sus
quehaceres como periodista de ABC. Pero ahora el escritor se ha dado un
descanso. Es media mañana. Un cielo plomizo cubre Madrid. Apenas hay luz en las
ventanas. Una luz que no acaba de nacer del todo. La habitación huele a
librería de viejo. El escritor ha empezado a hojear las páginas de uno de los
libros que tiene apilado en un extremo de su escritorio. Lee unas endechas
recogidas en un libro de José Vargas Ponce. Lee cadenciosamente, haciendo las
pausas versales, interiorizando el ritmo. Ha memorizado casi sin querer la
composición. La declama silenciosamente: «¡Llorad las damas/ si Dios os
vala!», se detiene brevemente intentando memorizar, y continúa: «Guillén Peraza/ quedó en la Palma»,
sigue leyendo y acaba la composición. Repite la lectura varias veces. Le parece
una composición propia del ingenio canario. Escribe algunas breves notas sobre
el paisaje insular, que conoce a través de una película que ha visto en un cine
próximo. Todo le parece atractivo: las montañas, las cumbres nevadas, los
arenales, la lava y el hombre que habita este paisaje insular. Detiene su
escritura. No sabe qué más añadir. No se muestra dubitativo; sabe haber intuido
el misterio de lo insular. El escritor
es de ademanes atildados, lleva una americana gris, y se apoya en un bastón. De
gesto no se sabe si serio o triste. El escritor piensa dedicarle un artículo a
las islas Canarias, o mejor, un ensayo que podría llamarse Canarias o la dulzura. Una dulzura que le parece suavemente
melancólica. Melancolía que es meditación y contemplación de lo insular. Vuelve
a leer las endechas, y el canto de las plañideras suena remoto en la
imaginación de nuestro escritor. La sangre de Guillén Peraza sobre los arenales
de La Palma. Las plañideras maldicen la isla. Y así nace la Literatura Canaria.
Son las 12 m. Tañen las campanas
de una parroquia cercana. Es la hora del Ángelus. El escritor lo reza despacio.
Luego, reanuda su trabajo. Deja a un lado el libro de José Vargas Ponce. Las
notas escritas sobre las Endechas a Guillén Peraza quedan en una cuartilla que
años más tarde retomará para su libro Ejercicios
de Castellano.
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