martes, 24 de noviembre de 2020

ANTONIO MACHADO, HUELLA Y LUZ / por ALFONSO DOMINGO QUINTERO

 

ANTONIO MACHADO, HUELLA Y LUZ / por ALFONSO DOMINGO QUINTERO



Antonio Machado y Gustavo Adolfo Bécquer comparten un mismo problema: el complejo de superioridad con que el lector se acerca a ambos poetas. Después de nuestras primeras lecturas juveniles de estos poetas parece que ya no nos pueden sorprender, que ya no nos pueden ofrecer nada nuevo. Qué triste destino para ambos. Quizá, inconscientemente, los tenemos pobremente encasillados. Por ello recomiendo, para una nueva lectura de Gustavo Adolfo Bécquer, las nobles palabras que le dedicó Benito Pérez Galdós en su ensayo Las obras de Bécquer. Sin duda, esta lectura arrojará nuevas luces sobre el genial poeta romántico, alejada de esa otra lectura ñoña y cursi que tanto daño ha hecho a su poesía.

De Antonio Machado digamos algo más. Antonio Machado no dejó nunca de ser un escritor de provincias, un profesor de enseñanzas medias --qué discreto destino. Protagoniza de esta manera una existencia del todo ordinaria, común; es uno más. Y he ahí su atractivo. Su modernidad reside en haber poetizado la existencia íntima de una experiencia vital que en principio en nada se diferencia de las demás. Esa discreta intimidad, que se nos desvela en sus poemas, es huella y luz, don y dádiva para el lector. Cifrar el misterio de esa experiencia íntima es una tarea imposible en estas tan breves líneas, pero quisiera intentarlo al menos. Antonio Machado se revela en sus poemas como un ser en relación consigo mismo, con el otro y con Dios, se asoma entonces a lo trascendente. El poeta busca sinceramente respuestas a su existencia.

En muchos poemas se hace explícita esta búsqueda de Dios, recordemos, por ejemplo, estos célebres versos: «así voy yo, borracho melancólico, / guitarrista lunático, poeta, / y pobre hombre en sueños / siempre buscando a Dios entre la niebla»; o estos otros: «Converso con el hombre que siempre va conmigo / —quien habla sólo espera hablar a Dios un día—;». ¡Cuán cercana es esta experiencia de búsqueda de Dios entre la niebla para nuestros contemporáneos!

Por otra parte, Antonio Machado se descubre a sí mismo como un misterio. Para entender al poeta no basta con remitirse a su biografía, podemos aludir ahora al poema «Retrato», sino que además ha de contemplarse como un infinito y un misterio para su justa comprensión. En este sentido, conmovedoras y reveladoras de su intimidad son las palabras del siguiente poema:


¿Y ha de morir contigo el mundo mago

donde guarda el recuerdo 

los hálitos más puros de la vida,

la blanca sombra del amor primero,

la voz que fue a tu corazón, la mano

que tú querías retener en sueños,

y todos los amores

que llegaron al alma, al hondo cielo?

¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo,

la vieja vida en orden tuyo y nuevo?

¿Los yunques y crisoles de tu alma

trabajan para el polvo y para el viento?


Por último, es un ser humano que está en relación con el otro. Los poemas dedicados a Leonor Izquierdo, a sus amigos poetas e incluso a la colectividad nos hablan de una vida que se desarrolla en plenitud en su relación con los otros. De esta manera, surcamos una biografía que no se nos define como autónoma, sino que está ligada a la existencia de los otros.



Miércoles, 14 de diciembre de 2011, Diario de Avisos