jueves, 22 de mayo de 2025

Don Quijote en Fuerteventura


Don Quijote en Fuerteventura / Alfonso Domingo Quintero
La imaginación es una de las facultades que el escritor pone en funcionamiento a la hora de crear. En este sentido, Miguel de Unamuno quiso que don Quijote pasara en Fuerteventura una de sus aventuras. Una aventura a la que podemos denominar de penitencia, pues la ficción que nos propone el poeta filósofo es que don Quijote buscó la soledad que propicia la meditación en Fuerteventura, como la buscó también en Sierra Morena imitando al caballero Amadís de Gaula. Pero, ¿qué encontraría don Quijote en Fuerteventura? Posiblemente lo mismo que encontró Miguel de Unamuno: una isla que nos interpela y que nos obliga a ponernos delante de nosotros mismos, sina engaños. Una sinceridad que emana del convento franciscano de Betancuria, y que se afirma en el paisaje esencial de la isla. Don Quijote en Fuerteventura fue el título que Unamuno eligió para el libro que debió dar cuenta de esta aventura fuerteventurosa, pero no lo escribió. Quedó en simple proyecto. Quizá escribiera algunas notas en su pequeño despacho en el Hotel Fuerteventura donde se hospedó durante su estancia en Puerto Cabras; o quizá esbozara el plan general de la obra en las tertulias con Ramón Castañeyra, en cuya biblioteca familiar se dedicó por cierto a la lectura de Benito Pérez Galdós. No lo sabemos. Pero sí sabemos que estuvo entre sus propósitos vincular para siempre a don Quijote con Fuerteventura. ¿Lo consiguió? Es difícil de evaluar el éxito que ha tenido esta propuesta en las letras canarias, y puede que sea la razón para otro artículo. Lo que sí sabemos es que Fuerteventura influyó profundamente en Miguel de Unamuno. Sus libros De Fuerteventura a París, Por tierras de Portugal y España y Cómo se hace una novela dejan a las claras lo importante que para el escritor vasco fue su experiencia como exiliado en Fuerteventura. Se podría escribir largamente sobre esta experiencia, reflexionado en uno u otro detalle, pero quisiera sólo remitirme a la siguiente afirmación de Unamuno en su libro Alrededor del estilo: «Allí [Fuerteventura] empecé a comprender y sentir la música, a la que he sido siempre retuso. E inserté esas apuntaciones sobre el estilo de la voz, sobre la personalidad de la voz, sobre la esencia espiritual de la voz, oyendo el mar, que es voz, y voz más que humana.» Canarias obró nuevamente el milagro, consiguió que el poeta filósofo dulcificara su estilo. Canarias dejó en Miguel de Unamuno lo mismo que heredamos los escritores de esta tierra: un tono lírico para una melancolía contenida, y este tono se refleja tanto en nuestra producción poética como en la narrativa. ¿Se olvidó Fuerteventura de su ilustre visitante? No, el Hotel Fuerteventura después de albergar el Archivo Histórico Insular se ha recuperado para dar cabida al Museo Unamuno; también en una de las laderas de Montaña Quemada situaron un monumento en su honor. ¿Esto es todo? No, los críticos literarios de estas islas han dedicado varios estudios a la estancia de Unamuno en Fuerteventura. Me viene ahora a la memoria la obra de Sebastián de la Nuez Unamuno en Fuerteventura, por ejemplo; pero queda aún una cuestión no menos importante, la letra pequeña de este hito dentro de la historia de las letras insulares. ¿Puede acaso un profesor de Lengua Castellana y Literatura de enseñanzas medias en Canarias, con más razón en Fuerteventura, dirigirse a sus alumnos sin hacer referencia durante el curso a la estancia de Miguel de Unamuno en Tenerife, Gran Canaria y Fuerteventura? Creo que no. Por ello, pienso que la estancia del escritor bilbaíno  ha dejado una gran impronta en las islas Canarias. No sólo en escritores ya clásicos de nuestra tradición como Domingo Rivero o Alonso Quesada y en los que vinieron después, sino también en la intrahistoria de las Islas Canarias. Miguel de Unamuno dejó su huella en el paisaje y en la manera de entenderlo, y además, y lo que es más importante, está presente en el imaginario del canario gracias, entre otras cosas, a las clases de Lengua Castellana y Literatura en secundaria, y también a esa maltratada asignatura optativa no obligatoria que se llama Literatura Canaria. 

En «El perseguidor», Diario de Avisos de Tenerife, domingo 14 de julio de 2013

Articulo recogido en el libro Insulario menor, Baile del Sol, 2014.

sábado, 7 de diciembre de 2024

Lobos

https://diariodefuerteventura.com/noticia/la-ocupaci%C3%B3n-romana-en-isla-de-lobos-se-ampl%C3%ADa-fuera-del-per%C3%ADmetro-protegido-y-excavado?fbclid=IwY2xjawHB0YRleHRuA2FlbQIxMQABHVl4iqfElLK7CvFMjUybt9IkURJadKeI-Rooxg2w2SzVKa5B5GFTUzM6-A_aem_mgb6kuRD_2d0uiP-1Jhtmw

sábado, 11 de febrero de 2023

Aldecoa y las islas Canarias

En este enlace encontrarás el documental completo.

Fruto de esta relación fue la novela Parte de una historia.

Pero Ignacio Aldecoa también escribió un cuaderno de su viaje por Canarias al que tituló Cuaderno de godo.

Además de artículos sueltos sobre Fuerteventura.

sábado, 18 de septiembre de 2021

Isla Sur, Ediciones Franz

El relato corto y su limbo literario / por Alfonso Domingo Quintero

El Premio Nacional de Narrativa de este año ha recaído en Cristina Fernández Cubas por su libro La habitación de Nona. De esta manera parece revalorizarse el relato corto. Esta misma autora viene defendiendo la autonomía y el vigor de este género literario desde el inicio de su carrera. Para comprobarlo, solo hay que consultar la hemeroteca.

Pero es así, parecía que este género necesitaba de un premio prestigioso para que lo aprendiéramos a valorar. Un halo de sos­pecha se había cernido sobre el relato corto desde que la Genera­ción del 50 lo entendiera como una manera de llegar a la novela, género que goza de todos los parabienes de la crítica, mientras el relato corto malvive denostado por las editoriales, a no ser que seas un escritor consagrado. De este modo, se citaba a Carmen Martín Gaite como paradigma de novelista que había cultivado el relato como camino para llegar a la novela, en menoscabo de su quehacer como cuentista, siendo esta producción de lo más interesante; y se olvidaba, por otro lado, a Ignacio Aldecoa que debe su fama a sus relatos cortos, aunque también ha escrito no­velas como Parte de una historia que, como es sabido, transcurre en La Graciosa.

Más allá de esta controversia, la de valorar el relato corto como género literario, lo cierto es que este nace con piezas de grandísi­ma madurez como los relatos que forman parte de Las mil y una noche, Calila e Dimna o, en ya pleno castellano, El conde Lucanor de don Juan Manuel; y surca la historia de la literatura con hitos como Ficciones de Jorge Luis Borges.

El relato corto, además, tiene la maravillosa cualidad de vivir siempre en el presente para el lector. Los relatos no envejecen por­que su estructura no ha variado con el paso de los siglos. Es el caso de «De lo que aconteció a un deán de Santiago con don Yllán, el gran maestro de Toledo» del libro El conde Lucanor de don Juan Manuel, que resulta a los ojos del lector actual como plenamente moderno y fascinante. Esto no pasa con otros géneros donde la forma ha cambiado y evolucionado tanto que cuando se lee, por ejemplo, un poema de los Siglos de Oro, se hacen evidentes sus ligaduras con su momento histórico-cultural, aunque sean igual­mente fascinantes; el poema se ve totalmente sujeto a un tiempo y a un código poético determinado. En este sentido, el relato corto es distinto, porque su estructura se ha mantenido durante siglos, y podemos leer relatos del medievo con una estructura interna idéntica a los relatos del siglo XXI. El relato corto vive en su propio limbo atemporal y literario.

En los últimos años, siguiendo con lo que tiene que ver con la estructura, se ha abusado de la idea de narrar con la intención de que el lector, al final del relato corto, descubra que lo que ha venido leyendo hasta entonces necesita una nueva interpretación, pero este que escribe echa de menos los relatos con tramas fortí­simas que no necesitan de estos artificios estructurales. Hablo de la cuentística rusa: Korolenco, Turguenév o Chéjov. Pongo como ejemplo La muerte de Iván Ilich de León Tolstoi que no abusa de giros estructurales sorpresivos, sino que se asienta en la fortaleza de la trama.

Mi libro de relatos Isla Sur refleja las ideas que he expuesto hasta ahora. Es evidente que la estructura en algún relato cobra vital importancia como en «Erbania», pero me he empeñado en presentar tramas que por sí mismas pueden dar vida al relato. También me he acordado, mientras escribía, de Medardo Fraile, pues he querido sobre todo crear un ambiente, un lugar simbóli­co llamado Isla Sur.

 

En «El perseguidor» de Diario de Avisos, 26 de febrero de 2017

 

sábado, 24 de julio de 2021