martes, 14 de octubre de 2014

Don Quijote en Fuerteventura


Don Quijote en Fuerteventura / Alfonso Domingo Quintero
La imaginación es una de las facultades que el escritor pone en funcionamiento a la hora de crear. En este sentido, Miguel de Unamuno quiso que don Quijote pasara en Fuerteventura una de sus aventuras. Una aventura a la que podemos denominar de penitencia, pues la ficción que nos propone el poeta filósofo es que don Quijote buscó la soledad que propicia la meditación en Fuerteventura, como la buscó también en Sierra Morena imitando al caballero Amadís de Gaula. Pero, ¿qué encontraría don Quijote en Fuerteventura? Posiblemente lo mismo que encontró Miguel de Unamuno: una isla que nos interpela y que nos obliga a ponernos delante de nosotros mismos, sin engaños. Una sinceridad que emana del convento franciscano de Betancuria, y que se afirma en el paisaje esencial de la isla. Don Quijote en Fuerteventura fue el título que Unamuno eligió para el libro que debió dar cuenta de esta aventura fuerteventurosa, pero no lo escribió. Quedó en simple proyecto. Quizá escribiera algunas notas en su pequeño despacho en el Hotel Fuerteventura donde se hospedó durante su estancia en Puerto Cabras; o quizá esbozara el plan general de la obra en las tertulias con Ramón Castañeyra, en cuya biblioteca familiar se dedicó por cierto a la lectura de Benito Pérez Galdós. No lo sabemos. Pero sí sabemos que estuvo entre sus propósitos vincular para siempre a don Quijote con Fuerteventura. ¿Lo consiguió? Es difícil de evaluar el éxito que ha tenido esta propuesta en las letras canarias, y puede que sea la razón para otro artículo. Lo que sí sabemos es que Fuerteventura influyó profundamente en Miguel de Unamuno. Sus libros De Fuerteventura a París, Por tierras de Portugal y España y Cómo se hace una novela dejan a las claras lo importante que para el escritor vasco fue su experiencia como exiliado en Fuerteventura. Se podría escribir largamente sobre esta experiencia, reflexionado en uno u otro detalle, pero quisiera sólo remitirme a la siguiente afirmación de Unamuno en su libro Alrededor del estilo: «Allí [Fuerteventura] empecé a comprender y sentir la música, a la que he sido siempre retuso. E inserté esas apuntaciones sobre el estilo de la voz, sobre la personalidad de la voz, sobre la esencia espiritual de la voz, oyendo el mar, que es voz, y voz más que humana.» Canarias obró nuevamente el milagro, consiguió que el poeta filósofo dulcificara su estilo. Canarias dejó en Miguel de Unamuno lo mismo que heredamos los escritores de esta tierra: un tono lírico para una melancolía contenida, y este tono se refleja tanto en nuestra producción poética como en la narrativa. ¿Se olvidó Fuerteventura de su ilustre visitante? No, el Hotel Fuerteventura después de albergar el Archivo Histórico Insular se ha recuperado para dar cabida al Museo Unamuno; también en una de las laderas de Montaña Quemada situaron un monumento en su honor. ¿Esto es todo? No, los críticos literarios de estas islas han dedicado varios estudios a la estancia de Unamuno en Fuerteventura. Me viene ahora a la memoria la obra de Sebastián de la Nuez Unamuno en Fuerteventura, por ejemplo; pero queda aún una cuestión no menos importante, la letra pequeña de este hito dentro de la historia de las letras insulares. ¿Puede acaso un profesor de Lengua Castellana y Literatura de enseñanzas medias en Canarias, con más razón en Fuerteventura, dirigirse a sus alumnos sin hacer referencia durante el curso a la estancia de Miguel de Unamuno en Tenerife, Gran Canaria y Fuerteventura? Creo que no. Por ello, pienso que la estancia del escritor bilbaíno  ha dejado una gran impronta en las islas Canarias. No sólo en escritores ya clásicos de nuestra tradición como Domingo Rivero o Alonso Quesada y en los que vinieron después, sino también en la intrahistoria de las Islas Canarias. Miguel de Unamuno dejó su huella en el paisaje y en la manera de entenderlo, y además, y lo que es más importante, está presente en el imaginario del canario gracias, entre otras cosas, a las clases de Lengua Castellana y Literatura en secundaria, y también a esa maltratada asignatura optativa no obligatoria que se llama Literatura Canaria. 

En «El perseguidor», Diario de Avisos de Tenerife, domingo 14 de julio de 2013

Articulo recogido en el libro Insulario menor, Baile del Sol, 2014.

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