martes, 28 de octubre de 2014

El último cuaderno de Bernardo Vorace

R E S E Ñ A
El último cuaderno de Bernardo Vorace de Alberto Castañeda García. La Página Ediciones, S3ma Cruz de Tenerife. 2001
EL ULTIMO CUADERNO - DE ALBERTO CASTANEDA DANIEL DUQUE nadie se le escapa que las circunstancias que rodearon la publicación de El último cuaderno de Bernardo Vorace fueron trágicas y lo lógico hubiese sido que éste fuera un texto de bienvenida a un joven poeta. Y no es así. Alberto Castañeda a quien no conocí personalmente, murió a una edad que no le correspondía. Dejó un punado de poemas que seleccionados por su padre constituyen este último cuaderno. En ellos está almacenada su experiencia. Una ventana que quiso abrirnos para que compartiésemos con él su dignísimo y muy doloroso modo de ver la vida. Ante ella el lector puede irse abrumado por el componente sentimental y olvidarse que está leyendo un libro de poemas, formas elaboradas por un creador para ser comprendido por otros. Para comunicarse. Estas palabras no pretenden otra cosa que ayudar al lector a no cometer esa injusticia. La descripción del libro es muy sencilla: veinticinco poemas cortos, sin métrica todos titulados. La obra se abre con un prefacio de su padre. Juan Pedro Castañeda Febles y se cierra con un postfacio de su madre. María Magdalena García Mesa. La portada luce un bello y terrible fotograma de la película Rall, de Akira Kurosawa: rodeados por una grandiosa naturaleza, verde y negra, una línea de hombres pequeñímas - en la parte inferior- se prepara para la batalla. Desconozco si fue intencionado o no, pero quiero señalar la relación indudable de la iconografía con el texto del interior, porque si algo tengo claro en este momento es que la vida de Alberto Castañeda García fue una batalla, posiblemente contra él mismo, pero guerra abierta y sin cuartel. al fin y al cabo en medio de una naturaleza que. en el mejor de los casos, lo miró indiferente. En el prefacio del libro. Juan Pedro Castañeda cita las lecturas que al menos en los últimos años, realizó Alberto Castañeda. Sigamos ese rastro como una manera de adentrarnos en su mundo, sin considerar para nada que esas lecturas lo inAuyeron. Muy al contrario, creo que justamente buscó esas lecturas porque sabía que en ellas iba a encontrar situaciones parecidas a las que él pasó en la vida o a descubrir a escritores que se plantearon la vida con parecida cosmovisión a la suya. La lectura de Edgar Ajan Poe lo vincula con el Romanticismo y con algu­no, no con todos, de sus principios básicos. En especial con aquella obsesión romántica que intentaba que el lenguaje literario fuera un reflejo directo de la personalidad del autor, con lo que se alejaban - o simplemente no colocaban en el primer plano de sus deseos- del sentido de perfección de la obra. El poema "Por eso y por más" es un cabal ejemplo de lo que decimos:

Vivo en una pensión.
No tengo casa.
No tengo trabajo.
No tengo amigos.
No tengo familia.
No tengo nada que perder.
Por eso soy feliz

         No tener, no participar en ninguna de las instituciones ni pertenecer a nin­gún núcleo por básicos que estos sean en la sociedad, autoexcluirse y, justamente por ello, proclamar la felicidad que supone llegar a ese estado. La marginación, tan romántica, convertida no sólo en modus vivendi sino que, vuelta en poema, también en modus operandi. Considero que el último verso constituye una automarginación en la misma línea irónica de la que construyó Espronceda cuando, al final del poema en el que lloraba la muerte de su amada Teresa, exclama:
¡Que haya un cadáver más qué importa al mundo!

         Ni Espronceda se consideraba en ese momento parte del mundo ni Alberto Castañeda consideraba que su existencia pudiese rozarse, aunque sólo fuera un momento, con eso que llamamos, comúnmente, felicidad. Sin embargo, ya dijimos que en El último cuaderno de Bernardo Vorace no son aceptados todos los criterios románticos. Eso lo vernos de manera muy clara en los poemas amorosos que encontrarnos en el libro. Veamos como ejemplo el poema "El filo de la cuchilla":

Si te arrastras por el filo de una cuchilla y no
mueres ... me haces sufrir;
ya que me trans­—
mites dolor. Pero si mueres sigo sufriendo
porque me quedo solo.

         No hay ningún intento de conmover ni de excitar violentamente los senti­dos, que era lo que caracterizaba al movimiento romántico. No hay en Alberto Castañeda ninguna exhibición. Hay dolorido vivir, hay pesimismo, hay angus­tia y derrota. Y hay también una dignidad expresiva y una desnudez de artificios tan eficaz que subyuga por la limpieza y la transparencia con que nos comunica sus sentimientos. Esa misma ausencia de toda retórica la podernos observar en otros tres poe­mas: "Amor gitano", "Amor pastoril", "Nuestro amor".
         Pero si bien el carácter romántico del libro parece indudable, no es único, ni mucho menos excluye otros modos de entender el mundo y otras maneras de expresar ese entendimiento. Es más, creo que su radicalismo romántico, engen­drado en el negarse todo pan y toda sal, lo conduce al existencialismo sartriano en términos, también, absolutos. Existencialismo: aquella corriente impregnada, como dice Segundo Serrano Poncela, de ontologismo. Recordemos que para Sartre la literatura es un "modo de escribir y desvelar existencias concretas, así como juzgarlas desde su precisa condición histórica, en compromiso con la situación y la sociedad. El hombre sartriano es un ser desnudo, perdido en la opacidad de su existencia, a la que está condenado por el simple hecho de existir en el mundo". Ninguna ayuda se le ofrece; nada puede esperar de nadie; está destinado a sí mismo, a reflejarse en el espejo de su conciencia y extraer de esta conciencia crítica una lucidez y dignidad que justifique este desamparo y encuentre lo que, con machacona insistencia, designaron un proyecto de vida.
         Hay varios poemas en donde ese mundo existencial está presente con humo­rística ironía, como el titulado "Casualidad".
         Otra lectura que, según su padre, hizo Alberto Castañeda fue la de los auto­res de la generación beato Beat significa golpeado y, a la vez, un cierro clima rítmico del jazz. Los beats fueron gente que trató de escapar de la sociedad excesivamente regimentada. o masificada o tecnificada, o demasiado servil con el materialismo que imponen el automatismo y el ritmo de la vida moderna. O simplemente de sí mismos. Por la brevedad por el carácter aforístico, taxativo y problemático de sus poemas, supongo que Alberto Castañeda leería a Gregory Corso, quien escribió:
Poesía es la búsqueda de la respuesta.
Alegría es saber que hay una respuesta.
Muerte es conocer la respuesta.

Alberto Castañeda escribió:

La vida no es como mariposas volando de flor
en flor sino como fosas esperando a que caigas.

         La caída, esa palabra tan beat, y tan presente expresa o tácitamente, en la poesía de Alberto.
       "Internet" y "En los arrabales" son poemas que pueden encuadrarse en esta misma línea temática y en esa misma actitud vital.
         Queda una obvia relación literaria, la conexión de este Bernardo Vorace con el Vorace de Félix Francisco Casanova. Pero de eso no voy a hablar. Los dos fueron jóvenes poetas muertos a edades que no les correspondían. Si Alberto intuyó su final y firmó Vorace uno de sus poemas es un sello que yo no voy a quebrantar. Entre otras cosas porque no quiero hablar ni de la muerte ni de su muerte, sino del legado que nos dejó a los que seguimos viviendo, este manojo de poemas sinceros y turbadores. Uno he seleccionado para terminar, se llama "Cuando sea mayor" y en él encontramos la expresión de un deseo no cum­plido, el de vivir; también hay un gran rayo de ternura. Los dos quebrantan el ánimo:

No sé ya tengo veintiún años
y cuando sea mayor quiero tocar la batería
tener novia y comer.
TAMBIEN QUIERO SER EL QUE CUIDE A LOS NIÑOS
que juegan en el campo de centeno
que hay junto al precipicio.


         Su madre dice en el postfacio que Alberto fue un niño que no quería cre­cer. Así sería. Yo no lo conocí directamente, sino por largas conversaciones con su padre selladas para siempre. Me he acercado, sin embargo al poeta Alberto Castañeda Carda y algo he visto. Lo suficiente como recomendar la lectura del libro; lo suficiente para lamentar profundamente no que éste fuera su último cuaderno sino que ésta sea su obra completa.

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